En
1967 terminé por fin la carrera de periodismo en la Escuela Oficial de Madrid,
en la calle General Haya. Desde dos
años antes, trabajaba “en prácticas” en La Agencia Efe pero como solía ocurrir
en aquellos tiempos, tras uno o dos períodos
de prácticas en otros tantos veranos,
las empresas solían contratarte… a no ser que lo hubieras hecho muy mal
durante las prácticas.
La decisión de la Agencia no me
tomó desprevenido ya que unas semanas antes del término de mi período de prácticas,
coincidí con el señor Marañón, Subdirector de la Agencia EFE en la barra del Bar
Caibú, situado frente la entrada principal de la agencia, en la calle Ayala 5.
Como quien no quiere la cosa, le comenté que me ya me iba a ir de la Agencia porque
finalizaba el período de prácticas de aquel año y que lo iba a sentir mucho
porque me encontraba muy a gusto con el
rumbo latinoamericano que la Agencia había
tomado en los últimos meses, etc, etc.
Efectivamente, y por primera vez, la Agencia
Efe tenía la voluntad de convertirse en una agencia Internacional de contenido
principal hispanoamericano y con Carlos Mendo como Presidente, estaba en mejor
camino de serlo. Mendo, con su experiencia en la norteamericana UPI, era la
persona ideal para llevar a cabo la empresa.
Y, naturalmente, lo que iba echar de menos el trabajo en la nueva Efe. El
señor Marañón me dijo que no me preocupase demasiado.. Que Efe no solía dejar
escapar a los periodistas en prácticas que habían demostrado valía. Que ese era
mi caso. Y que la Agencia seguramente pronto me “ficharía”, con todas las de la ley. Hice
un esfuerzo para no dar saltos de
alegría y me fui a mi casa más contento que unas pascuas.
Dos años de trabajo en Madrid,
sobre todo en temas que tenían que ver con
noticias relacionadas con
actividades políticas, de comercio, cultural, deportivas y de todo orden entre España y los países hispanoamericanos.
Y me llegó la esperada propuesta de ir de
corresponsal al un país extranjero. Me propusieron Roma, en primer lugar. Pero
a mí me atraía mucho más una nación americana, hispanoamericana, principalmente
México, o Chile. O Argentina. La primera oportunidad se presentó en México . Naturalmente respondí que sí.
Me fui con la conciencia de que iba a trabajar
en una (en “la”) Agencia Hispanoamericana que por fin se iniciaba. Con sede en
España. Al fin, una agencia de noticias española con la voluntad de convertirse
en una Agencia Hispanoamericana.
A partir de aquel momento, en mí,
todo se redujo a mi futuro viaje: hablé
con un amigo mexicano, que trabajaba también en Efe: José Luis Lucero. José
Luis me hizo una crítica a la información que transmitía Efe desde México –que
yo compartí plenamente- que era excesiva
la abundancia de noticias de sucesos ( asesinatos, despeñamiento de
autobuses, caída de aviones, los peculiares “avionazos”, etc.) en detrimento de noticias de carácter
político, o social, cultural y otras del mismo género.
Tan de acuerdo estuve con mi
amigo, que mientras estuve en México prácticamente no transmití ni uno solo de
los sucesos que cada día, o días, se producían en aquel país. Incluso una “bomba”
que me llamó tremendamente la atención:
En una zona deshabitada, del estado
de Guerrero, un hombre y una mujer caminaban por el campo cuando el varón se
metió en una zona de arenas movedizas y
quedó sumergido hasta la cintura . La esposa gritó pidiendo socorro pero
nadie contestó, por no haber ningún
núcleo urbano cerca. La mujer viendo que su marido se seguía hundiendo corrió
hasta encontrarse con un grupo de trabajadores. Les dijo lo que sucedía y se
encaminaron hasta el lugar donde su marido luchaba por salvar la vida. Pero al
poco tiempo, los hombres decidieron violarla.
Corrió de nuevo la señora, en busca
de otra gente que la pudiera ayudar a salvar a su marido. Encontró a otro grupo
de hombres que se prestaron a socorrer al marido. Pero en el camino
hacia la laguna, nuevamente fue sometida y violada. Total que
cuando nuevamente llegó hasta su marido,
éste ya había fallecido ahogado.
La noticia era superlativa, pero
yo, consecuente con la decisión que había tomado, no la transmití a Madrid, la
Central. Hasta ese punto cumplí la promesa que me había hecho. Y aun hoy creo
que fui muy exagerado y que seguramente había cometido una falta con la
agencia.
Cuando el avión tomo tierra en el
aeropuerto de México, me encontré con la
grata sorpresa de que me esperaba una chica joven (de menos de 20 años,
morenita y medianamente bonita ) .Me
dijo que trabajaba en la delegación de
Efe en México, en calidad de becaria y que el delegado (primera autoridad de la
delegación) le había pedido que me viniera a buscar.. Se llamaba Tere o Teresa
Weiser, hija de mexicana y alemán.
En un auto grande, un Ford, me
condujo a un hotel próximo a las oficinas de Efe, en la calle Vallarta. Tere
sería, en adelante, mi compañera en la
búsqueda de informaciones, y mi transporte en todo lo que tuviese que hacer por
el de Efe (Distrito Federal, la denominación usual para referirse al Ciudad de
México).
El tema de conversación más
frecuente entre Tere y yo, era todo lo relativo a la conquista y colonización de México: Hernán Cortés, el trato dado por los españoles a los indígenas, etc, etc. Tere tenía una
visión muy particular y negativa de la
de la experiencia de España y los
españoles en el país , muy común en los mexicanos.
Que si los españoles habían destruido la
cultura mexicana, que si Hernán Cortes
le había quemado los pies a Cuhautemoc, que si a
los españoles solo les había interesado el oro, si los indios habían sido convertido en esclavos y afirmaciones más o menos semejantes….. En
fin era una lata hablar con Tere o con cualquier amigo mexicano:
inevitablemente saldría el asunto a cola.
Por lo demás, los mexicanos me
parecieron muy amables, simpáticos, y amistosos con nosotros los españoles. Y
yo no comparto la extendida especie de
que sienten aversión por nosotros y que incluso nos odian. Creo, por el contrario,
que en su mayoría, nos quieren y nos admiran. Y esto no lo digo únicamente por mi íntimo
amigo Carlos Ferreira, sino por la legión de amigos y compañeros que hice en los dos años escasos que permanecí, por primera vez, en ese país.
Y ahora comentaré una anécdota que
refleja hasta que punto éramos amigos
Carlos y Male, su mujer, y
nosotros, Vicky y yo. Yo le había propuesto a Carlos, mexicano, que era redactor
de la Agencia Cubana, Prensa Latina en México, que ellos fuesen los padrinos de
algún hijo que tuviéramos en México y nosotros seríamos los padrinos de alguno
que tuvieran ellos. Dicho y hecho. Vicky me hizo padre por segunda vez (ya
teníamos una niña, nacida en Madrid). Y Malena se embarazó en el último mes que
pasábamos en México. Tuvieron una niña y esperaron los 13 años que tardamos en regresar a México para
bautizarla. .
Pero lo que verdaderamente me
preocupaba era la fobia que hacia notros experimentaba Tere hasta que un día descubrí el por qué: estábamos en una
cafetería de la cadena “VIPS” tomando un
café y salió el inevitable tema a discusión. Y en un momento, muy acalorado de la
conversación, Tere me dijo de muy mal modo: “Lo que yo no perdono a los
españoles es que no hubieran matado a todos los indios”. Me quedé de piedra: que Tere hubiese dicho
tal cosa No me atreví a responderle en
aquel momento.
Unas
semanas más tarde, estando en la casa familiar de Tere, en la ciudad de
Córdova, me presentó a su familia. A su madre, una india auténtica, con trenzas;
a su hermana, Juanita, una joven muy rubia y bonita. Una auténtica walkiria. El
padre, alemán , había fallecido años atrás. Comprendí que ahí estaba el problema. Si los españoles
hubiesen matado a todos los indígenas, como
me había dicho, no había posibilidad alguna de que ella hubiera nacido con los
rasgos indios, heredados de su madre.
Tere se sentía eclipsada por su hermana,
blanca y muy rubia, el ideal de todas las mexicanas. Lo contrario a ella y a su
madre. Tere había salido igual a su madre; Juanita a su padre, alemán.
Su razonamiento, pensé, era el siguiente: Si
los españoles hubieran matado a todos los indígenas, como me había dicho, ella
sería también blanca y rubia, como Juanita. Y ella no sería “la negrita” sino la “güera”,
que es como se llama el México a todos los más o menos blancos.
El factor de la herencia era lo
virtualmente dividía los mexicanos entre “nacos” (hombres con visibles rasgos
indígenas, de tez oscura) y blancos o güeros. Ese es el factor principal que
diferencia a los mexicanos, hasta crear una especie de guerra civil anímica
entre blancos e indígenas.
Y esa suerte de absurdo
finalmente terminará cuando todos los mexicanos reconozcan como auténtico Padre de la Patria a don
Hernán Cortés y Altamirano y le erijan un monumento en una plaza principal del
paseo de La Reforma, la principal arteria de la Ciudad de México, equivalente a
lo que en Madrid sería una mezcla entre la Gran Vía y la Castellana.
El avión ya rodaba por el
aeropuerto de Barajas; estábamos en Madrid. Al final sufrí una medianamente grande decepción: no me habían
ido a recibir nadie de mi familia, ni de mi agencia. Mi “muerte” y mis cónicas en “ABC” no habían suscitado la atención que yo había supuesto. (seguirá)
José Antonio Rodríguez Couceiro