En medio del
ambiente de corrupción de las instituciones y la actividad de las
organizaciones guerrilleas (Montoneros y el ERP) en Argentina se se vivía
en un territorio sin Estado. La guerra abierta declarada por las fuerzas
armadas contra los guerrilleros
hacían de cualquier día un día
de guerra. Asesinatos , tiroteos
y secuestros con la habitual
desaparición de personas ( secuestros de
activistas de izquierda o simplemente de personas sin más), hacían
imposible el normal desarrollo de la vida de la ciudad o del país.
YO mismo perdí varios amigos en manos de las fuerzas armadas, uno de
ellos, mi gran amigo Rodolfo Fernández
Pondal Era un periodista que
editaba un boletín confidencial,
desapreció el mismo día que había
regresado de un viaje de instrucción del
portaaviones “25 de Mayo” invitado por
el Comandante en Jefe de la Armada, almirante EmIlio Massera. Al parecer fue secuestrado por la misma
marina de guerra que había sido su
anfitriona pocas horas
antes… Él tan orgulloso con un chubasquero de la marina que le había
regalado el Almirante Massera…. Su
nombre pasó a engrasar la lista de
los desaparecidos hasta que fue declarado muerto.
El día
que finalmente se produjo el Golpe nadie se sorprendió. Cuando la
presidente María Estela de Perón subió al helicóptero que cada día la llevaba y
traía desde el palacio del gobierno: la Casa Rosada, hasta su residencia en la
muy próxima ciudad satélite de Vicente
López. Sería su último vuelo en libertad.
Cuando el helicóptero pasaba cerca del
aeropuerto urbano de Aeroparque, súbitamente tomo tierra en el espacio reservado para
las máximas autoridades del Estado. Ante
la extrañeza de la presidente, el almirante Emilio Massera, que la acompañaba en el vuelo,
le dijo que una pequeña avería había aconsejado esa breve detención.
Fue conducida a un avión y trasladada hasta
su lugar de reclusión, una unidad de la Armada al sur de Buenos Aires.
El derrocamiento y prisión de la presidente
no causó ninguna extrañeza en la
ciudad. Y dejó muy tranquilo al Comandante Ernesto Wener, jefe del Regimiento Granaderos a Caballo
general San Martín, la unidad del ejército que prestaba protección y custodia a
la presidenta.
De esta forma el honor y la responsabilidad del Coronel Wener
quedaron a salvo. Porque mi buen amigo el Coronel Wener, creo yo
que tenía un problema de
conciencia. Siendo el jefe de la guardia personal de la Presidenta , tenía que defenderla contra cualquier elemento adverso que la amenazase.
Y él, que como militar estaba de acuerdo con el
golpe, tenía que defender a la
Presidente de aquella eventualidad. Incluso, llegado el caso, oponiéndose a sus
compañeros de armas.
El problema se salvó al ser detenida la Presidenta cuando esta se encontraba en el helicóptero, en el aire. Ya que en este elemento
ella era ajena a los cuidados de Wener ,
ya que él operaba en tierra.
Esta era una presunción mía, muy bien
fundada. Pero sin tener certeza de que realmente fuese así. Sin embargo, por datos pescados
incidentalmente, y por la seguridad que tenía en mis conjeturas no me cabía dudas sobre esta solución de
compromiso.
Igual que teníamos amistad y
confianza con Rodolfo Wener, la teníamos
con otros altos oficiales de las tres
armas, lo cual no quita que si en la
lucha contra la subversión si
tenían que darnos caza, a los corresponsales, nos la
diesen. Así se explica el caso del
secuestro y la desaparición de Rodolfo
Fernández Pondal, conocido
y amigo de los comandantes en
jefe del as tres armas
al que me referí anteriormente.
El Golpe fue recibido por los bonaerenses
con toda naturalidad, pese a que la caza
emprendida contra los Montoneros y el ERP, adquirió niveles de guerra abierta entre las fuerzas
armadas regulares y la guerrilla. Y los
casos de los “Secuestrados” (los desaparecidos) adquirieron relevancia mundial.
Esta dudosa relación cívico-militar explica
en parte lo que me aconteció el día 7 de noviembre 1976. En esa fecha
tenía que viajar a Madrid a algún asunto relacionado con la dirección
de mi agencia. Poco antes de trasladarme
al aeropuerto recordé que un buen amigo, Fernando Mas, un periodista argentino que había conocido en
México donde era corresponsal de la revista norteamericana “Reader’s Digest”, simpatizante –cuando menos,
de los Montoneros- se había trasladado a vivir a España y me había dejado su voluminoso
archivo periodístico para que yo se lo
hiciera llegar a Madrid en alguno de mis frecuentes viajes.
Entonces recordé el encargo que Fernando
me había dejado y tomé tres o cuatro grandes sobres con recortes de diarios que metí en mi
cartera de mano y salí para el
aeropuerto.
Al pasar al salón de embarque un suboficial
que estaba en la puerta me pidió que,
por favor, le dejase ver el contenido
de mi cartera de mano. Entonces pensé en los sobres de Fernando. Los abrí y ante mi vista y la del suboficial aparecieron recortes de la revista
“Evita Montonera” y de otras publicaciones semejantes del grupo guerrillero.
El militar me dijo que le siguiese y me
llevó a la comisaría del aeropuerto. Allí un comisario muy
amable me dijo que esperase y se fue con mi maletín a una oficina contigua.
Total quedé detenido por espacio de tres días
y tratado con toda cortesía, eso sí. Entre tanto otro pasajero norteamericano que estaba en las aparentes mismas
circunstancias que yo, entablamos conversación.
Por lo que me dijo supuse que iba
a quedar en libertad prontamente. Le pedí que cuando saliese llamase por teléfono a mi casa para decir a mi mujer
lo que me había ocurrido. Y así lo hizo. Entonces comenzaron las gestiones para mi puesta en libertad de la
Embajada Española, la Asociación de
Corresponsales Extranjeros y otras instituciones. Y naturalmente, a los tres días, fui dejado en libertad.
(Seguirá)