Aquello, Buenos
Aires, era otra cosa. Aquella era una Delegación tan completa y compleja como
las de Estados Unidos y Europa. Sucedían las mismas cosas que en cualquier
país desarrollado. Tanto en la vida política,
como en deportes, economía, cultura, sociedad y cualquier otra manifestación.
Allí había que estar atento todo el día a las noticias, para retransmitirlas a
nuestra Central, en Madrid.
En Chile además ya se había producido el golpe de estado y el suicidio
de Salvador Allende. Ese día no se me borrará jamás. Fue el 24 de marzo de
1974. La noche anterior había ido a dormir a mi casa, en el Barrio Alto. Desde
hacía más de una semana me quedaba en el
Hotel Crillón, a una cuadra de mi oficina, esperando el golpe militar. que parecía
inminente. Al encaminarme a mi oficina iba escuchando la radio en el coche. A la
altura del Parque Forestal la radio suspendió su programación. Enseguida sonaron marchas militares; el Golpe se había producido. Acelere y
enseguida llegué a la oficina, Ya todas las emisoras de Santiago retransmitían
en cadena bandos militares y música militar. El primer comunicado militar daba
cuenta que ante la situación caótica que
vivía el país que conllevaba el
peligro de liquidar el ser de Chile , “las fuerzas
armadas se habían visto obligadas a a
tomar el poder, etc, etc”.
Tuve que organizar los turnos de trabajo de
manera que siempre hubiese un redactor atento a lo pudiese ocurrir. El clima
político en Argentina comenzaba a espesarse. Nuevamente estaban surgiendo el
allí tan clásico “ruido de sables”, Rumores de levantamientos militares en
diversas zonas del país surgían todos los días. La situación económica era
calamitosa. EL general Perón –el líder indiscutido del país- comenzó a tener
serias diferencias con la juventud de su partido, dominado por la organización
“Montoneros”, una de las grupos guerrilleros más numerosa y peligrosa de América Latina,
capaz de realizar operaciones de una
envergadura y complejidad inimaginables: como el secuestro de un avión
comercial de “Aerolíneas Argentinas”, aterrizar en una ciudad del interior y ocupar
una instalación militar.
Y tuve que destinar mucho tiempo a la
labor comercial porque la Agencia Efe estaba muy poco presente en los medios
periodísticos de Argentina. De los diarios de Buenos Aires, únicamente el
diario “Clarín” estaba suscrito a las noticias de Efe.
Pero mi trabajo dio excelentes
resultados. Y paulatinamente fueron suscribiéndose los diarios “La Nación”, “La
Razón”, “El Cronista Comercial”, “La Prensa”, “La Opinión” y otros que ahora no
recuerdo.
En el aeropuerto de Pudahuel me esperaba
un amigo que había hecho en Madrid, gracias a la mediación del Agregado de
Prensa de la embajada de Chile en España, Raul Zamora, un industrial que me fue
a esperar al aeropuerto junto a un periodista
joven, de mi edad, Jaime Valdés, que con el paso de los días se convertiría
en íntimo amigo mío.
lEl primer día que amanecí en el hotel “Crillón”
de Santiago, sufrí un sobresalto cuando
me afeitaba: de pronto la radio suspendió su programación y una voz dijo y repitió: “Sáquese la polla y hágase millonario”. AL llegar a la oficina pude
averiguar que quería decir en realidad
la frase. Me dijeron los redactores que la “polla” era una especie de lotería,
con mezcla de juegos de fútbol y algún otro deporte. Una suerte de quiniela española.
Al final, en Chile como en otros países
no era tan sencillo hacerse millonario.
AL otro día al despertarme, de nuevo
el mismo mensaje publicitario, ahora un poco diferente: “La polla: ahora con
dos terminaciones”. Total que me cansé de tratar de sacar conclusiones lógicas
a esa frase y esperé a llegar a mi oficina para averiguarlo.
Chile,
igual que Argentina, es un país especialmente ingenioso en el juego de las
frases ocurrentes. Así sucede con el insulto argentino “Boludo” y “Pelotudo”,
que en chile se dice “Huevón”, queriendo decir lo mismo. No creo que en este
caso sea necesario dar la traducción de las mencionadas palabrejas, que significan
aproximadamente, tonto o gilipollas.
En Argentina hay una palabra que se aplica a los especialmente
pesados o imprudentes que es “atorrante”. EL término procede de
principios de siglo, cuando Buenos Aires, comenzaba la construcción del metro.
Una de las empresas implicadas en ese trabajo era una firma catalana que proveía unos grandes tubos
de cemento para la conducción de aguas. Las cañerías estuvieron mucho tiempo
depositadas al aire libre en la explanada del puerto. los artefactos tenían grabado el nombre de la fábrica
proveedora: “A. Torras”, de Barcelona. Los tubos mientras esperaban a ser
instalados en la explanada del puerto sirvieron de cobijo a mendigos y a los sin techo de Buenos Aires
que pasaron a ser llamados “atorrantes”
por parte de la sociedad.
(Seguirá).