Finalmente Chile estalló. Se produjo el tan anunciado y
tan temido golpe de Estado. Fue el día 11 der septiembre de 1973 : un día de
primavera ( en el hemisferio sur) tibio y soleado. Yo el día anterior
había ido a dormir a mi casa, en el Barrio Alto. Desde hacía una semana me
alojaba en el hotel Crillón, a tres cuadras de mi oficina esperando el golpe.
Prácticamente me lo había advertido mi buen amigo Leonardo Cáceres, jefe de
información de Radio Magallanes me
había dicho que el golpe se produciría ese día.
Radio Magallanes, una emisora que pasaba por ser un medio que obedecía
al Partido Comunista, habitualmente sus
informaciones eran muy bien fundadas y
yo la tenía por una fuente informativa muy fiable.
Me levanté muy temprano y en
el auto, a buena velocidad, me dirigí a
mi oficina escuchando la radio del
coche. A la altura del Parque Forestal la radio
suspendió su programación. Enseguida emitió
un comunicado de las fuerzas armadas y marchas militares:
SE HABIA PRODUCIDO EL GOLPE!!! Firmaban
el comunicado el Comandante en
Jefe del Ejército, General Augusto
Pinochet; de la Armada Almirante José Toribio Merino; el de la Fuerza Aérea, General Gustavo Leigh y
el Jefe Nacional de Carabineros, general
César Mendoza. Ya en mi oficina, alrededor de las doce horas sonó el último mensaje
de las Fuerzas Armadas: se había
dado un tiempo que finalizaba a las 12
horas a Salvador Allende para que
saliese del país. A la
hora indicada se sintió el ruido de una escuadrilla de aviones que se dirigían
a la Moneda. Inmediatamente disparos y
la explosión de cohetes sobre el palacio Presidencial.
Sobre la pena y el dolor que sentí al conocer el suicidio
de Allende, se sobrepuso el respeto por el valor, la dignidad, y la
responsabilidad del Presidente, que rechazó
las reiteradas ofertas de los
golpistas de enviarlo fuera del país y prefirió suicidarse
con una metralleta que le había regalado
el comandante Fidel Castro, su amigo y compañero de ideología.
El lo había dicho en
numerosas ocasiones y en discursos, como una premonición: “me sacarán de La
Moneda con los pies por delante en una
caja de pino, como hicieron con el presidente Aguirre Cerda”.
Aceleré y enseguida
llegué a la oficina. Ya todas las
emisoras de Santiago retransmitían en cadena nacional los bandos y música militar. El primer bando repetía que ante la
situación caótica que vivía el país “las Fuerzas Armadas se habían visto
obligadas a tomar el poder, etc, etc”.
A partir de aquel
momento el Chile que yo conocía se volvió del revés. En Chile tampoco era posible
la instalación de un gobierno marxista por la vía pacífica, democrática. Chile tampoco era diferente.
A partir de
entonces se sumió en una auténtica
guerra civil que a muchos les
recordaba la Guerra Civil Española. Por aquellos días todos los españoles
éramos consultados sobre nuestro conflicto. Y la verdad es que las semejanzas
eran muchas, con la única y gran diferencia de que las fuerzas armadas, en el caso de Chile, permanecieron
en un solo bando.-
(Seguirá).