Por Jose Antonio Rodríguez Couceiroio
Buenos Aires, con sus cines, teatros,
salas de fiesta, bares, clubes nocturnos y
salas de tango, era por aquellos días una gran capital. Pero con la actividad, llevada al máximo, de
la guerrilla de los Montones, ideológicamente nutridos por el peronismo.
Atentados, asesinatos, secuestros, conferían a la brillante capital argentina
de un singular ambiente de ciudad en guerra.
Para
empeorar las cosas, el presidente Juan Domingo Perón comenzó un rápido proceso de decadencia
física que al poco tiempo tuvo su
desenlace. Murió Perón y una ingente
cantidad de personas pasó por el Palacio del Congreso a rendir su último
homenaje a quien fuera su líder durante 30 años. Perón era un semidiós para todas las clases sociales, excepto la
clase dominante. Junto con Perón, su mujer Eva, la popular Evita, era
la referencia in discutible de la clase trabajadora (los
descamisados).
Me puse a pensar en el fenómeno peronista y llegué a entender su absoluta preeminencia
social. Y la ausencia de comunismo en un
país que tenía una numerosa clase
obrera. Un país en pleno desarrollo, con una organización sindical (la Unión
General de Trabajadores) la poderosísima UGT.
El peronismo tuvo su nacimiento y desarrollo coincidiendo con la Segunda Guerra Mundial. Y Argentina, el granero del mundo, se enriqueció con sus
exportaciones de materias primas, sobre todo alimentos, que eran
demandados por todas las potencias. Y yo pensaba que la “revolución”
peronista se explicaba porque podía dar
a los pobres sin necesidad de quitarles a los ricos. Eso explicaba la revolución social en paz y libertad
(salarios altos, hospitales, viviendas populares, educación y limpieza). Por esa razón, suponía yo, no prosperó el
marxismo clasista entre las clases populares y los pobres del país.
Pero la revolución peronista en paz
y libertad, encontró la oposición férrea de la alta burguesía y de las clases
económicamente poderosa del país. Que le declararon la guerra al general Perón y por extensión a sus militantes
y simpatizantes.
El odio resultaba tan feroz que en
algunos muros de la ciudad se podían leer lemas como “Viva el cáncer”, en
alusión a la enfermedad que haría morir a Evita. Pero aún hoy, a sesenta y dos años la muerte de la “abanderada
de los pobres”, en casas modestas o en
lugares de paso de la población, se ven “altares”, así llamados, con fotos y estatuillas de yeso al
modo de imágenes, de María Estela Duarte de Perón.
En el momento que aterricé en
Buenos Aires, el ambiente era el clásico
en los momentos delicados del país. Con rumores constantes de Golpe Militar. Para agravar más las cosas, el
fallecimiento del Presidente, el general Perón iba agudizar la crisis. La
vicepresidenta, y viuda del general,
María Estela Perón, carecía de las dotes de mando del recién
desparecido Perón. Se desataron las ambiciones por la sucesión del líder del
peronismo, los Montoneros acentuaron la
actividad guerrillera, asesinando a jefes militares y presidentes de grandes empresas. Para colmo
los poderosísimos sindicatos se pelearon con la Presidente María Estela de
Perón. Total que Buenos Aires semejaba una ciudad en guerra y por extensión, Argentina.
En aquel ambiente la Asociación de
Corresponsales consiguió una conferencia de prensa con la organización Montoneros. Una reunión
clandestina en una casa igual. Asistió la plana mayor de la organización
terrorista, encabezada por su líder Eduardo Firmenich.
A lo largo de la conferencia un corresponsal alemán
preguntó les preguntó si habían caído en
la cuenta de que con su actividad guerrillera estaban dando argumentos a los
militares para dar el golpe. Y Firmenich, en una demostración de error de
cálculo increíble dijo que eran conscientes de ello pero que precisamente ese
era su objetivo: “El golpe agudizará las contradicciones sociales y llevará a
las masas a tomar las armas contra los milicos. El pueblo y nosotros, su vanguardia, derrotaremos a nuestros eternos enemigos”,
dijo. Los asistentes no podíamos contener nuestra sorpresa ante tal error de cálculo.
Querían la guerra total contra unas fuerzas armadas modernas y ¡¡pensaban
derrotarlas!!!”.
(seguirá).