Aquello, Buenos Aires, era otra cosa. Aquella
era una Delegación tan completa y compleja como las de Estados Unidos y Europa.
Sucedían las mismas cosas que en cualquier país
desarrollado. Tanto en la vida política, como en deportes, economía,
cultura y cualquier otra manifestación vital. Allí había que estar atento todo
el día a las noticias, para retransmitirlas a nuestra central, en Madrid.
Tuve que organizar los turnos de trabajo
de manera que siempre hubiese un redactor atento a lo pudiese ocurrir. El clima
político en Argentina comenzaba a espesarse. Nuevamente estaban surgiendo el
allí tan clásico “ruido de sables”, Rumores de levantamientos militares en
diversas zonas del país surgían todos los días. La situación económica era
calamitosa. El general Perón –el líder indiscutido del país- comenzó a tener
serias diferencias con la juventud de su partido, dominado por la organización
“Montoneros”, una de las grupos
guerrilleros más numerosa y peligrosa
de América Latina, capaz de realizar operaciones de una envergadura y complejidad inimaginables: como
el secuestro de un avión comercial de “Aerolíneas Argentinas”, aterrizar en una
ciudad del interior y ocupar una instalación militar.
Y tuve que destinar mucho tiempo a la
labor comercial porque la Agencia Efe estaba muy poco presente en los medios
periodísticos de Argentina. De los diarios de Buenos Aires, únicamente el
diario “Clarín” estaba suscrito a las noticias de Efe.
Pero mi trabajo dio excelentes
resultados. Y paulatinamente fueron suscribiéndose los diarios “La Nación”, “La
Razón”, “El Cronista Comercial”, “La Prensa”, “La Opinión” y otros que ahora no
recuerdo.
En el aerpuerto de Pudahuel me esperaba un
amigo que había hecho en Madrid, gracias a la mediación del Agregado de Prensa
de la embajada de Chile en España, Raul Zamora, un industrial que me fue
aesperrar al aeropuerto junto a un periodista
joven, de mi edad, Jaime valdés, que con el paso de los días se convertiría
en íntmo amigo mío.
lEl primer día que amanecí en el hotel “Crillón”
de Santiago, sufrí un sobresalto cuando
me afeitaba: de pronto la radio suspendió su programación y dijo y una voz dijo
y repitió repitió: “Sáquese la polla y hágase
millonario”. AL llegar a la oficina pude averiguar que quería decir en realidad la frase. Me dijeron los redactores que la “polla” era una especie de lotería,
con mezcla de juegos de fútbol y algún otro deporte. Una suerte de quiniela
española. Al final, en Chile como en
otros países no era tan sencillo hacerse millonario.
AL otro día al despertarme, de nuevo
el mismo mensaje publicitario, ahora un poco diferente: “La polla: ahora con
dos terminaciones”. Total que me cansé de tratar de sacar conclusiones lógicas
a esa frase y esperé a llegar a mi oficina para averiguarlo.
Chile, como Argentina, son países especialmente ingeniosos
en el juego de las frases ocurrentes. Así sucede con el insulto argentino “Boludo”
y “Pelotudo”, que en chile se dice “Huevón”, queriendo decir lo mismo. No creo
que en este caso sea necesario dar la traducción de las mencionadas palabrejas, que signfican
aproximadamente, tonto o gilipollas.
En Argentina hay una palabra que se aplica a los
epecialmente pesados o imprudentes que es “atorrante”. EL término procede de
principios de siglo, cuando Buenos Aires, comenzaba la construcción del metro.
Una de las empresas implicadas en ese trabajo era una firma catalana que proveía unos grandes tubos
de cemento para la conducción de aguas. Las cañerías estuvieron mucho tiempo
depositadas al aire libre en explanada del puerto. los artefactos tenían grabado el nombre de la fábrica
proveedora: “A. Torras”, de Barcelona. Los tubos mientras esperaban a ser
instalados en la explanada del puerto sirvieron de cobijo a mendigos y a los sin techo de Buenos Aires que
pasaron a ser llamados “atorrantes” por
parte de la sociedad.
(Seguirá).