viernes, 4 de julio de 2014

Relato número 10. En Buenos Aires (2)


Por  Jose Antonio Rodríguez Couceiroio

       Buenos Aires, con sus cines, teatros, salas de fiesta, bares, clubes nocturnos y  salas de tango, era por aquellos días una gran capital. Pero con la  actividad, llevada al  máximo, de  la guerrilla de los Montones, ideológicamente nutridos por el peronismo. Atentados, asesinatos, secuestros, conferían a la brillante capital argentina de un  singular  ambiente de ciudad en guerra.
        Para  empeorar las cosas, el presidente Juan Domingo Perón  comenzó un rápido proceso de decadencia física  que al poco tiempo tuvo su desenlace. Murió  Perón y una ingente cantidad de personas pasó por el Palacio del Congreso a rendir su último homenaje a quien fuera su líder durante 30 años. Perón era un semidiós  para todas las clases sociales, excepto la clase dominante. Junto con Perón, su mujer Eva, la popular Evita,  era  la  referencia  in discutible de la clase trabajadora (los descamisados).  
        Me puse a pensar en el fenómeno peronista  y llegué a entender su absoluta preeminencia social.  Y la ausencia de comunismo en un país que  tenía una numerosa clase obrera. Un país en pleno desarrollo, con una organización sindical (la Unión General de Trabajadores) la poderosísima UGT.                                                                       
          El peronismo tuvo su  nacimiento y desarrollo  coincidiendo con la  Segunda Guerra Mundial. Y Argentina,  el granero del mundo, se enriqueció  con sus  exportaciones de materias primas, sobre todo alimentos, que eran demandados por todas las potencias. Y yo pensaba que la “revolución” peronista  se explicaba porque podía dar a los pobres sin necesidad de quitarles  a los ricos. Eso explicaba  la revolución social en paz y libertad (salarios altos, hospitales, viviendas populares, educación y limpieza).  Por esa razón, suponía yo, no prosperó el marxismo  clasista entre las clases  populares y los pobres del país.
            Pero la revolución peronista en paz y libertad, encontró la oposición férrea de la alta burguesía y de las clases económicamente poderosa del país. Que le declararon la guerra  al general Perón y por extensión a sus militantes y simpatizantes.
            El odio resultaba tan feroz que en algunos muros de la ciudad se podían leer lemas como “Viva el cáncer”, en alusión a la enfermedad que haría morir a Evita. Pero aún hoy, a  sesenta y dos años la muerte de la “abanderada de los pobres”,  en casas modestas o en lugares de paso de la población, se ven “altares”, así  llamados, con fotos y estatuillas de yeso al modo de imágenes, de María Estela Duarte de Perón.
             En el momento que aterricé en Buenos Aires, el ambiente era  el clásico en los momentos delicados del país. Con rumores constantes de Golpe  Militar. Para agravar más las cosas, el fallecimiento del Presidente, el general Perón iba agudizar la crisis. La vicepresidenta, y viuda del general,  María Estela Perón, carecía de las dotes de mando del recién desparecido  Perón. Se desataron las  ambiciones por la sucesión del líder del peronismo, los Montoneros acentuaron  la actividad guerrillera, asesinando a jefes militares  y presidentes de grandes empresas. Para colmo los poderosísimos sindicatos se pelearon con la Presidente María Estela de Perón. Total que Buenos Aires semejaba una ciudad en guerra y  por extensión, Argentina.                                                                                                                                                        
            En aquel ambiente la Asociación de Corresponsales consiguió una conferencia de prensa con  la organización Montoneros. Una reunión clandestina en una casa igual. Asistió la plana mayor de la organización terrorista, encabezada por su líder Eduardo Firmenich.
             A lo largo  de la conferencia un corresponsal alemán preguntó les preguntó si habían caído  en la cuenta de que con su actividad guerrillera estaban dando argumentos a los militares para dar el golpe. Y Firmenich, en una demostración de error de cálculo increíble dijo que eran conscientes de ello pero que precisamente ese era su objetivo: “El golpe agudizará las contradicciones sociales y llevará a las masas a tomar las armas contra los milicos. El pueblo y nosotros, su vanguardia,  derrotaremos a nuestros eternos enemigos”, dijo. Los asistentes no podíamos contener nuestra sorpresa ante tal error de cálculo. Querían la guerra total contra unas fuerzas armadas modernas y ¡¡pensaban derrotarlas!!!”.
                                                                              (seguirá).