lunes, 16 de febrero de 2015

Relato número 9. En Buenos Aires (1).

Aquello, Buenos Aires, era otra cosa. Aquella era una Delegación tan completa y compleja como las de Estados Unidos y Europa. Sucedían las mismas cosas que en cualquier país  desarrollado. Tanto en la vida política, como en deportes, economía, cultura, sociedad y cualquier otra manifestación. Allí había que estar atento todo el día a las noticias, para retransmitirlas a nuestra Central, en Madrid.                                                           
       En Chile además ya se había producido el golpe de estado y el suicidio de Salvador Allende. Ese día no se me borrará jamás. Fue el 24 de marzo de 1974. La noche anterior había ido a dormir a mi casa, en el Barrio Alto. Desde hacía más de una semana  me quedaba en el Hotel Crillón, a una cuadra de mi oficina, esperando el golpe militar. que parecía inminente. Al encaminarme a mi oficina iba escuchando la radio en el coche. A la altura del Parque Forestal la radio suspendió su programación. Enseguida sonaron marchas militares;  el Golpe se había producido. Acelere y enseguida llegué a la oficina, Ya todas las emisoras de Santiago retransmitían en cadena bandos militares y música militar. El primer comunicado militar daba cuenta que ante la situación caótica  que vivía el país que conllevaba el peligro de  liquidar el ser de Chile , “las fuerzas armadas se habían visto obligadas a  a tomar el poder, etc, etc”.
 Tuve que organizar los turnos de trabajo de manera que siempre hubiese un redactor atento a lo pudiese ocurrir. El clima político en Argentina comenzaba a espesarse. Nuevamente estaban surgiendo el allí tan clásico “ruido de sables”, Rumores de levantamientos militares en diversas zonas del país surgían todos los días. La situación económica era calamitosa. EL general Perón –el líder indiscutido del país- comenzó a tener serias diferencias con la juventud de su partido, dominado por la organización “Montoneros”, una de las grupos  guerrilleros  más numerosa y peligrosa de América Latina, capaz de realizar operaciones de una  envergadura y complejidad inimaginables: como el secuestro de un avión comercial de “Aerolíneas Argentinas”, aterrizar en una ciudad del interior y ocupar una instalación militar. 
       Y tuve que destinar mucho tiempo a la labor comercial porque la Agencia Efe estaba muy poco presente en los medios periodísticos de Argentina. De los diarios de Buenos Aires, únicamente el diario “Clarín” estaba suscrito a las noticias de Efe.
       Pero mi trabajo dio excelentes resultados. Y paulatinamente fueron suscribiéndose los diarios “La Nación”, “La Razón”, “El Cronista Comercial”, “La Prensa”, “La Opinión” y otros que ahora no recuerdo.
     En el aeropuerto de Pudahuel me esperaba un amigo que había hecho en Madrid, gracias a la mediación del Agregado de Prensa de la embajada de Chile en España, Raul Zamora, un industrial que me fue a esperar al aeropuerto junto a  un periodista joven, de mi edad, Jaime Valdés, que con el paso de los días se convertiría en  íntimo amigo mío. 
     lEl primer día que amanecí en el hotel “Crillón” de  Santiago, sufrí un sobresalto cuando me afeitaba: de pronto la radio suspendió su programación y una voz dijo y  repitió: “Sáquese la polla y hágase  millonario”. AL llegar a la oficina pude averiguar que quería  decir en realidad la frase.  Me dijeron los redactores  que la “polla” era una especie de lotería, con mezcla de juegos de fútbol y algún otro deporte. Una suerte de quiniela española. Al final,  en Chile como en otros países no era tan sencillo hacerse millonario.                                                                                    
         AL otro día al despertarme, de nuevo el mismo mensaje publicitario, ahora un poco diferente: “La polla: ahora con dos terminaciones”. Total que me cansé de tratar de sacar conclusiones lógicas a esa frase y esperé a llegar a mi oficina para averiguarlo.  
Chile, igual que Argentina, es un país especialmente ingenioso en el juego de las frases ocurrentes. Así sucede con el insulto argentino “Boludo” y “Pelotudo”, que en chile se dice “Huevón”, queriendo decir lo mismo. No creo que en este caso sea necesario dar la traducción de las  mencionadas palabrejas, que significan aproximadamente,  tonto o gilipollas.                                              
          En Argentina  hay una palabra que se aplica a los especialmente pesados o imprudentes   que es “atorrante”. EL término procede de principios de siglo, cuando Buenos Aires, comenzaba la construcción del metro. Una de las empresas implicadas en ese trabajo era una  firma catalana que proveía unos grandes tubos de cemento para la conducción de aguas. Las cañerías estuvieron mucho tiempo depositadas al aire libre en la explanada del puerto.  los artefactos  tenían grabado el nombre de la fábrica proveedora: “A. Torras”, de Barcelona. Los tubos mientras esperaban a ser instalados en la explanada del puerto sirvieron de cobijo a  mendigos y a los sin techo de Buenos Aires que pasaron a ser llamados  “atorrantes” por parte de la sociedad.
                                                               (Seguirá).